Por: Carlos Andrés Naranjo-Sierra
Cada vez se ha vuelto más difícil vender las corridas de toros. Se han esgrimido argumentos de tipo cultural, artístico y hasta de supervivencia de la especie, pero ahora pretenden hacernos creer que un buen motivo para asistir a la Feria de la Macarena es que parte de sus ingresos se destinan al Hospital San Vicente de Paúl. Este argumento encierra una lógica tan perversa como la de que fumar y beber ayudan a la salud por los mismos motivos.
De modo que como dice el destripador, vamos por partes. Es cierto que los españoles nos legaron la triste tradición de las corridas de toros y que éstas hacen parte de las costumbres de muchos de nuestros pueblos latinoamericanos. De hecho la Constitución Política de Colombia de 1991 exime a las corridas de toros y las peleas de gallos del ámbito del maltrato animal. Sin embargo la Constitución de un pueblo no tiene las mismas connotaciones de infalibilidad e inmutabilidad de las Encíclicas Papales. Si así fuera, las mujeres todavía no podrían votar o ser homosexual seguiría siendo un delito.
Otra de las razones más recurrentes es el supuesto arte que entraña la “fiesta brava”. Pero ¿qué es arte y qué no? este es un terreno pantanoso en el que es imposible salir airoso sin tener un consenso alrededor de la definición de arte, y como parte del arte radica en su indefinición no hay como discutirlo razonablemente. Sólo diré que algunos de mis pacientes en psicología podrían considerar la violación o la mutilación, incluso de seres humanos, como algo artístico.
Ante la dificultad de defender actualmente las corridas, han ido aparecido otras ideas con aparentes connotaciones técnicas. Una de éstas se basa en la supervivencia de la especie bovina del Toro de lidia. Este postulado parte de la base de que sin las corridas de toros esta especie se extinguiría. Pero si la premisa es que el toro de lidia sobreviva ¿No sería mejor no matarlo? Y si lo que hay que hacer es torturarlo para que la gente pague por ver, entonces tal vez convenga dejarle como al Uro, su antepasado, recorriendo libre y al azar los caminos de la selección natural.
Pero el argumento de la última campaña para promocionar la Feria Taurina de la Macarena se sale del más básico silogismo. Parece que alguien es tan idiota como para no saber realmente lo que dice o nos considera al resto tan idiotas como para creer que una razón para asistir felices a este acto bárbaro puede ser el ayudar a los niños enfermos de cáncer que atiende el Hospital San Vicente de Paúl. Tal como si una razón para fumar y beber fuera el que sus impuestos van para la salud o la educación.
Siguiendo esta lógica de conveniencias, tendríamos que pensar en legalizar cualquier tipo de maltrato animal si su espectáculo alimenta las arcas de cualquier institución educativa o de salud. O sin ir muy lejos también podríamos alegremente pensar en aprovechar la explotación infantil o la prostitución para que sus ganancias se destinen a algún pabellón de quemados o la construcción de una nueva escuela.
No tiene presentación, a mi modo de ver, que una institución tenga que vivir del dolor de unos para curar el de otros. Estoy seguro que hay otras formas de favorecer y fortalecer las instituciones que lo necesitan y que necesitamos como sociedad. En el caso del licor y el cigarrillo, cada quien verá si decide fumar o beber, independientemente de para quien van los impuestos, pero en el caso de las corridas de toros somos los Homines sapientes los que nos aprovechamos de nuestra capacidad cognitiva para hacer sufrir hasta la muerte a otra especie, que por más cachos que tenga, no puede decidir.
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