Por: Álvaro Múnera Builes

Dice el escritor y periodista Jorge Ross en su libro La hora de los Jueces: «Es preciso estar mentalmente enfermo o ser el lógico engendro de una ignorancia tenebrosa para disfrutar con la práctica de la crueldad, pero utilizar el instrumento de la retórica para que esa práctica perdure, convertida en un derecho humano, es el acto demoníaco por excelencia».

Cuando hice parte del mundo taurino estuviese mentalmente enfermo, pero de lo que estoy absolutamente convencido es que sí era el lógico engendro de una ignorancia tenebrosa.

Ignorancia que Dios quiso dejara atrás atravesando a «Terciopelo» en mi camino, esclareciendo mi óptica del mundo después de haber superado con creces una limitación física, dedicar mi vida al servicio y vivir cuatro años fuera del país señalado como un absoluto delincuente por lo que le hacía a los toros.

Sabemos que para justificar su afición por las corridas, de retórica se arman hasta los dientes los amantes al coliseo romano moderno, le cuelgan a ese rito de sangre y muerte toda clase de arandelas, lentejuelas, labia pomposa y pasodobles, cuando la realidad de la mal llamada «fiesta» es clavar, clavar y enterrar hasta matar, cuanto elemento corto punzante se tenga a la mano en el cuerpo del inocente animal, tan sensible al miedo y al dolor como usted, como su perro o como Yo, el cerebro del torturado responde ante el dolor de la misma forma en todas las especies, ¿hacemos la prueba en usted señor Capellán de la plaza, en usted señor periodista o en usted señor abonado de sombra?

Es cierto que una cosa es mirar los toros desde la barrera, obvio, si hasta allí no llegan los puyazos, la tortura y la muerte, es mejor beber manzanilla y gritar ¡Olé! Que vomitar sangre a bocanadas con una espada incrustada en los pulmones, no es necesario tener mínimas nociones de anatomía para entender que todo ser viviente con un sistema nervioso central sufre cuando le hieren, basta aplicar la máxima cristiana «No hagas a otros lo que no quisieras que te hicieran a Ti».

Vivimos y para nuestra vergüenza como sociedad que procura ser cada día más civilizada, la masacre por diversión de cincuenta toros en el centro de «espectáculos» la Macarena.

Sin embargo soy optimista, la gran legión de ex taurinos arrepentidos crece a pasos agigantados, personas que como Yo entendieron que a todos nos llegará La hora de los Jueces y muy seguramente la crueldad no será la actitud que se tenga en cuenta por Dios como una virtud, los invito a reflexionar, nunca es tarde. Prueba de esto lo encuentran en la entrevista que el periódico ABC de Madrid le hizo al ex torero «Chiquilín» el 27 de noviembre pasado, dice literalmente otro que torturó animales «Ahora no puedo ver un descabello y vuelvo la cara, los animales sufren y les duelen las cosas, los toros te miran y tienen cara de buena gente». Pregunta el periodista ¿Hoy sería capaz de matar a un toro? «Ahora no, tengo piedad de ellos, Yo he visto a toros llorar».

«El Pilarico» también los vio llorar y mientras persista esta crueldad, el corazón de Álvaro Múnera y el de millones de personas no dejarán de llorar por todas las víctimas humanas y no humanas de la violencia, y demoníaco será por excelencia si esa violencia se aplica por diversión.

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